Fue llegar a la comunidad maasai de Iltalala, a 1 hora y media de Maasai Mara... y sentir un flechazo. Nos enamorarmos del lugar y sobre todo, de su gente. Salían a recibirnos con la mayor de sus sonrisas, llenándonos de pulseras y collares maasais y ofreciéndonos té sin parar. Sabían que íbamos a visitar su comunidad y que queríamos iniciar un proyecto para ayudarles basado en las prioridades que ellos mismos hubieran detectado. Los ancianos de la comunidad, el 'chief' o jefe, las mujeres e incluso el representante de los estudiantes expusieron la situación que vive cada colectivo y sus preocupaciones. Sus ojos estaban llenos de ilusión y esperanza.

Así, se trata de un proyecto que arrancamos de cero en esta comunidad cercana a Maasai Mara, de cerca de 800 personas correspondientes a unas 16 familias. Se dedican principalmente a la ganadería, ya que la mayor parte de ellos cuentan con cabras y algunos, los más afortunados, con vacas. Las mujeres trabajan la artesanía maasai y configuran collares, pulseras y otros elementos que venden o bien en Maasai Mara o bien en Narok, la ciudad más grande que hay cercana a la comunidad.

El 95% de las familias viven en el umbral de la pobreza y apenas tienen recursos para responder a las necesidades más básicas. Se trata de familias muy grandes, de cerca de 45 miembros de media, dónde cada hombre suele tener varias esposas y con cada una de ellas, un mínimo de 4 ó 5 hijos. Lo que hace inviable en primer lugar, la supervivencia de todos los miembros de la familia en muchas ocasiones. Y, en segundo lugar y en una escala muy baja de prioridad para los cabeza de familia, hace muy difícil por no decir imposible, que los hijos e hijas de estas familias puedan estudiar.

INGRESOS VERSUS EDUCACIÓN

La Educación Primaria es ‘gratuita’ en Kenia. Sin embargo, hay que pagar por el uniforme, los libros y otras cuestiones que convierten el acceso al colegio en algo inalcanzable para muchas familias.

La Educación Secundaria ya sí es de pago. El coste que deben cubrir las familias asciende a unos 600 euros al año de media, entre la tarifa de la escuela, junto con el resto de necesidades obligatorias que deben cubrir las familias para llevar a los niños (uniforme, material básico para la vida en el colegio ya que la mayor parte de estos colegios son internos, libros, transporte…). Teniendo en cuenta que el sueldo medio de un trabajador medio keniano no supera los 50 euros al mes, y teniendo en cuenta que en esta comunidad masai son muy pocos los que llegan a ese sueldo medio, sumado al hecho de la cantidad de hijos e hijas que tienen, hacen que la ecuación se resuelva de manera muy sencilla: la mayor parte de niños y niñas de esta comunidad no acceden a la educación secundaria. Hay niños y niñas que consiguen becas y pueden seguir estudiando, pero la mayoría, o consiguen apoyo externo a la familia, o se quedarán en el camino, con todo lo que ello conlleva.

Así, en cuanto las familias tienen que pagar para que los niños accedan a la escuela, la opción más común suele ser sacarles del colegio y que empiecen a trabajar a tempranas edades. Es muy común ver niños muy pequeños pastoreando el ganado en las comunidades masáis. O niñas yendo a buscar agua, a cargar y/o a trabajar en el campo cuando hay plantaciones o cultivos en los alrededores de sus comunidades.

Por si esto fuera poco, en el caso de las niñas, se suma el riesgo de que en muchos casos sean casadas mucho antes de ser mayores de edad y por supuesto sin haber terminado la Educación Secundaria. Lo que, de nuevo, vuelve a cerrar el círculo en una nueva generación, impidiendo que esa niña pueda formarse, pueda tener acceso a la educación y así tener la opción de elegir lo que quiere intentar hacer en su vida. Sus padres no han tenido la opción de estudiar y formarse. Y sin esa visión y la perspectiva que te da la educación, para muchos de ellos el único camino que pueden y deben seguir sus hijos es el mismo que han trazado ellos.

TIEMPO DE CAMBIO

La buena noticia es que algunos de los adultos y padres de familias actuales – los menos - , tuvieron la fortuna de poder continuar sus estudios y salieron de su comunidad cuando eran jóvenes. Hoy, uno de ellos es uno de los mejores guías de Masai Mara. Habla masai, kiswahili e inglés a la perfección. Es una persona culta e inquieta que quiere mejorar las opciones de su comunidad y se ha convertido en ejemplo a seguir e inspiración para las generaciones venideras. Otro de ellos pudo formarse como cocinero y hoy es uno de los chefs principales en un campamento de lujo de una de las Reservas de Masai Mara.

Son ellos, precisamente ellos, quiénes junto al ‘chief’ (jefe) de la comunidad están impulsando este proyecto. Se han posicionado como los principales enlaces y colabores de Mama Kasinde sobre el terreno. Los encargados de hacer el diagnóstico de la situación, identificar prioridades y organizar los recursos. Y esto, no hace más que confirmarnos, que sólo el acceso a la educación para más número de personas es el camino para poder cambiar las cosas.

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